viernes, 13 de junio de 2008

EL PARTIDO REFORMISTA


POR ÁLVARO ARVELO HIJO
Es muy difícil que un partido político sobreviva a la desaparición física de su caudillo.

Y si se trata de un caudillo sin miramientos, sin contemplaciones, sin piedad y lleno de egoísmo, personalismo, egolatría, celos patológicos, mesianismo desbordado y talento superior a los demás, todavía menor es la remota posibilidad deque alguien pueda echar pa’lante la organización tras la muerte del omnímodo.

En Argentina hay un caso especial con el peronismo, el Justicialismo y la muerte del caudillo, general Juan Domingo Perón, porque este gran estadista, jefe militar e intelectual, era un caudillo tolerante, flexible, concertador y, como creador de una doctrina política, pensaba que debía ser de la manera antes descrita para garantizar que su obra le sobreviviera.

Eso le permitió a este ser fuera de serie regresar al poder por vía de las urnas 18 años después de ser derrocado, y que hoy, a 33 años de su fallecimiento, el peronismo siga gobernando en ese gran país.

Otro caso también especial, raro, extraño y del grupo exclusivo, es el del caudillo vietnamita Ho Chi Minh: murió en plena guerra, sus hombres y mujeres siguieron luchando y ganaron la guerra y hoy está firme la influencia impresionante del “Tío Ho”, a casi 40 años de su muerte.

En la otra cara de la moneda, la más concurrida, expresiva y aleccionadora de estas cosas del caudillismo y la desaparición de las organizaciones que les pertenecían, tenemos ejemplos como los del caudillo Francisco Franco, que a 33 años de su muerte no queda nada, o muy poco, de él, de la Falange, de José Antonio y de todo lo que durante casi 40 años llevó a cabo el dictador y caudillo de El Ferrol.

Del caudillo portugués Antonio De Oliveira Salazar y su control absoluto del otrora Portugal imperial y después finca europea del dictador de más de 40 años (directa e indirectamente), no queda nada, nadita de nada.

Es una encuesta hecha en Lisboa, la capital del país, el 75 por ciento no sabía siquiera quién fue el desaparecido caudillo y socio del general Franco en esa Península Ibérica propiedad de dos hombres.

Paro ahí lo referente al plano internacional para pasar al plano criollo, donde a finales del siglo 19 ya no quedaba ni la sombra del déspota ilustrado y caudillo absolutista que fue Buenaventura Báez, que en ese siglo, llegó a juramentarse 5 veces, récord que, con 7, rompió Joaquín Balaguer.

De los 2 grandes caudillos del siglo 20, Juan Isidro Jimenes (gran hombre) y Horacio Vásquez (el funesto), que dominaron el escenario durante las primeras 3 décadas (aunque Jimenes murió en 1919) ya para la primera década trujillista, 1930-1940, no quedaba nada.

Algo parecido sucedió con el caudillo Desiderio Arias, y otros caudillos menores que fueron eliminados por el tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina.

Bueno, aterrizo en el siguiente terreno: era muy difícil, poco menos que imposible y más que posible, que el partido Reformista, obra, hechura, asociación, entidad y club político de su jefe, mentor, guía, dueño, capataz, padrino, macho cabrío y caudillo de la más rancia escuela y del más ortodoxo estilo antiguo, pudiera, repito, sobrevivir a la muerte de Joaquín Balaguer.

Recuerdo que en una ocasión dije en el programa radial “El Gobierno de la Mañana” que Joaquín Balaguer no sólo era el último caudillo dominicano y latinoamericano, sino mundial. Era una expresión jurásica de una especie extinguida.

A todo el que sacaba la cabeza, Joaquín Balaguer se la cortaba porque era un caudillo totalitario, absorbente, radical y gravemente enfermo de poder.

Por lo tanto, era de esperar lo que ha pasado en el reformismo.

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